El Viaje, por Julio Pérez Rodríguez


El traslado por autobús nocturno fue tranquilo, asiento cómodo, silencio y oscuridad. Tomé un somnífero de acción corta para ayudar a combatir el insomnio; no obstante, alcancé a ver parte de una película, que terminé al pasar el efecto del medicamento a la mañana siguiente.

Hace mucho que no utilizaba este medio de transporte, realizó un par de paradas, fueron breves, media hora en Gómez Palacio, Durango y quince minutos en Tepotzotlán, Estado de México, antes de llegar a Ciudad de México --Central del Norte--. Mi sobrina Marcela y su hija Aitana me esperaban con los brazos abiertos, su sonrisa forzada era notoria, en cuanto vieron los regalos que les traía, explotaron en aplausos.

Después de acomodar las maletas en el auto, nos dirigimos a desayunar a “Bisquets de Obregón”, solicité un par de huevos rancheros, café lechero --típico de la cadena-- un bísquet con arándanos y fruta de yogurt con granola.

La conversación trascurrió amenamente, no faltaron anécdotas, novedades, uno que otro chismecillo --somos orgullosamente hijos del quinto patio-- y un largo etcétera. Casi al finalizar el yogurt, encontré una monja encerrada; exacto, “una sorpresa”, un pedazo de vidrio bien afilado, con toda la calma de un león hambriento, llamé al gerente, le mostré el hallazgo, él muy apenado, comentó que indagaría y reprendería al jefe de cocina; por supuesto, me haría un descuento.

Pasada la cristalizada experiencia, nos dirigimos al centro histórico, a un taller de reparaciones de instrumentos musicales, no es que lleve la música por dentro, no, acontece que el teclado musical con el que en ocasiones arremeto, dejó de funcionar y en Torreón el revivirlo no tuvo éxito. La atención fue inmediata, el técnico indicó que le tomaría más tiempo diagnosticar y conocer las partes que debería reemplazar. “Sonata claro de luna” de Beethoven, “Nocturno” de Chopin, “Palillos chinos”; me seguirá esperando la “Camerata de Coahuila”.

Aitana necesita zapatos tenis, acudimos a tres tiendas: Adidas, Puma y Nike, encontramos el modelo, pero no la talla; también aplica al revés, encontramos la talla, pero no el gusto del diseño. ¿Sería prudente cambiar a la niña para que le quede el calzado encontrado?

Cerca de allí hay una tienda de discos, pedí sin miramientos el más reciente disco doble de “The Warning” --mi grupo de rock actual favorito-- grabado de los tres conciertos que la banda ofreció en el Auditorio Nacional; por cierto, con localidades agotadas. Tuve la fortuna de acudir al segundo de ellos, la información recabada es que se filmó para ser exhibida en los cines de la cadena Cinépolis.

Después de patearnos varias calles, comer delicioso en un restaurante de comida veracruzana, nos trasladamos al Estado de México, una hora después nos preparamos para acudir a la reunión del club “Rotary Ojo de Agua”; donde tuve la oportunidad de departir con una dama del club y un caballero invitado, este último resultó ser músico y amplio conocedor de rock, la charla fue edificante; abordamos temas políticos y sociales, el marco era propicio ante la presencia del Gobernador del mentado club y Empresarios con objetivos de ayuda al necesitado, hubo abuso del uso del micrófono.

El grupo que amenizó me sorprendió, un sexteto, integrado por dos damas y cuatro caballeros, oscilaron entre música de los Beatles, Luis Miguel, Earth, Wind & Fire y los Ángeles Negros, les aplaudí a rabiar, eran realmente buenos.

La cena se sirvió, la bebida hizo su aparición, la seguridad y la atención, tengo que subrayar, fueron de lo mejor. Después de un descanso la agrupación musical, dieron inicio los acordes para inaugurar la pista de baile, mi sobrina y yo fuimos a pulir lo que estuviese rocoso, entre giros y desplazamientos gráciles sudamos copiosos. Lo inevitable, empezaron las despedidas, los “mucho gusto”, “la charla fue interesante”, “ojalá nos volvamos a ver”; quedaron temas aparte.

En cuanto llegamos a casa me metí bajo la ducha, la cama me llamaba, tenía que descansar, más tarde la sesión por zoom, es de madrugada, no aplica decir que descansen buenas noches, hasta mañana.

Al día siguiente, la visita de mi hermana Ofelia y mis sobrinitas, Alejandra y Gabriela, me llevaron al “Manjar de Xolox” --restaurante de comida típica hidalguense--. Después de las presentaciones --ellas son clientes frecuentes-- la mesera nos facilita el menú, mis ojos se posaron como abeja en flor: “Mixiotes de carnero”, “crema de flor de calabaza”,” agua de sandia con fresa”. De entrada, nos dieron una quesadilla de huitlacoche, a estas alturas, escurría saliva por las comisuras de mis labios, presta, la del aseo, con guantes quirúrgicos y una compresa, se limitó a absorber y exprimir el contenido en una palangana.

La conversación giraba alrededor de la aventura que Alejandra emprendería en el extranjero, sus preparativos y expectativas al respecto; un hueso de codorniz se le atoró en la garganta, su gesto de molestia se notaba, tomó agua para que resbalara, sentía que se le encajaba. Indiqué al mesero trajeran un plátano para ayudar en el proceso, los changos presentes se rebelaron, me identifiqué, mi comportamiento no dejaba duda, soy miembro honoris causa de la manada. Más tarde, Gabriela tuvo la misma experiencia con el citado hueso del manjar, ante el ofrecimiento de si quería probarlo, denegué, no me quería arriesgar.

En compañía de mi sobrina Marcela, fuimos a Plaza satélite a desbloquear mi tarjeta de crédito, ya que en Hidalgo no existe la entidad bancaria. A pesar de Google maps, del olfato canino que poseo (guau), nos dimos una extraviada de Santo y Señor mío. No hubo de otra, que preguntar; llegamos a la mismísima Roma, desandamos nuestros pasos; un amable ciego nos guio hasta la puerta de la sucursal, la ejecutiva muy amablemente procedió a liberar exitosamente la susodicha tarjeta.

Visitamos el restaurante Cheescake Factory, mi sobrina con la mano derecha en el corazón y la izquierda con los dedos cruzados, me garantizó total satisfacción a mi gusto refinado --si supiera que suelo comer en el mercado--. De entrada, pedimos unas quesadillas con guacamole, crema, pico de esposo de gallina, totalmente huérfanas, a los pocos minutos, aterrizaron una hamburguesa acompañada con papas a la marsellesa y una ensalada Cesar con producto de huevo logrado. Para evitar la obstrucción bucofaríngea, nos empinamos un Latte helado, una limonada en agua mineral con pepino y unas ramitas de yerbabuena; había transcurrido otro día.

Al día siguiente estábamos citados en la Fiscalía, me puse nervioso, ¿qué tal si me reconocían? Iba 
como testigo, ‘tienes riesgo que te silencien’, alguien me advirtió, le  repliqué: ‘no soy escandaloso’. La querella, de la cual no puedo dar detalles, transcurrió sin tropiezos, volví a ver a amistades que hacía años estaban fuera de mi radar, no faltaron las congratulaciones, besos y abrazos, afortunadamente la mayoría eran mujeres, no soy propenso a dar besos a los barbudos, bigotones y extraños.

Mañana será un día ajetreado, Real del Monte, Hidalgo, compraremos cocoles de anís, pastes y nata, tendremos una invitada, roguemos no desaparezca, recorreremos el pueblo mágico. En Mineral del Chico, comeremos en el restaurante “El Paraíso”, chalet suizo al pie de una montaña, las rocas dan la bienvenida pasando una cueva naturalmente simulada. Hace siete meses tuve la experiencia gastronómica, salí satisfecho, maravillado del decorado y ambiente rústico, digno de una película, la idea la he contemplado.

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